El misterio de la adicción a
las patatas fritas
¿Por qué cuando abrimos una bolsa de patatas
fritas no somos capaces de comernos solo una? A esta pregunta han
querido responder un equipo de científicos alemanes, que han estudiado la
reacción que produce su consumo en nuestro cerebro y han determinado que la
razón de que sean irresistibles no reside solamente en su alto contenido en grasa
y carbohidratos, como se creía hasta ahora.
El pasado mes de febrero, la revista PLOS ONE publicaba
un estudio en el que los científicos analizaron la activación del cerebro de
ratas alimentadas con patatas fritas y de ratas alimentadas con insípida comida
estándar. Ahora, el mismo equipo ha presentado los resultados de sus últimos
estudios, que complementan al anterior, en la 245º Reunión y Exposición
Nacional de la Sociedad Americana de Química. «Hemos extendido el estudio a un
tercer grupo de ratas alimentado con una mezcla de grasas y carbohidratos en
proporciones similares a las de las patatas fritas», explica a SINC Tobias
Hoch, investigador de la Universidad de Erlangen-Núremberg (Alemania) y autor
principal.
Los resultados de las resonancias magnéticas
mostraron que los animales alimentados con patatas fritas experimentaban una
mayor activación de regiones del cerebro relacionadas con el sistema de
recompensa, la ingesta de comida, el sueño y áreas motoras. Estas ratas
reaccionaron mucho más que las alimentadas con comida estándar o con la mezcla
de grasas y carbohidratos, lo cual demuestra que el efecto adictivo de las
patatas fritas no puede explicarse solamente por su contenido calórico, como
estudios previos sugerían.
«En futuras investigaciones intentaremos determinar
cuál es el compuesto de las patatas fritas que provoca estas reacciones en el
cerebro», apunta Hoch, que considera que el hecho de que a algunas personas no
les atraigan estas comidas reside en que «posiblemente la intensidad con que se
activan los sistemas de recompensa en los individuos varía en función de su
gusto».
El investigador dice que, si la ciencia consigue
desvelar cuál es el componente que activa el circuito de la recompensa del
cerebro, podrían desarrollarse nutrientes que al añadirse a estos alimentos
inhiban su efecto. «Ayudaría a bloquear esta atracción por los snacks y los
dulces», vaticina.
Por otro lado, el científico añade que hasta ahora
no hay evidencias de que se pueda hacer lo equivalente con comida sana y poco
popular. Es decir, no hay planes para añadir ingredientes a las coles de
Bruselas que activen positivamente zonas clave en el cerebro.
FUENTE: http://www.abc.es/
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