¿Por
qué las aves tienen tantos colores?
Verdaderamente,
las aves presentan una coloración mucho más variada, llamativa y compleja que
la que tenemos los mamíferos. Sin embargo, estas diferencias no solo las
encontramos si nos comparamos con las aves, sino que también se hacen evidentes
si nos comparamos con peces y lagartos. A grandes rasgos, dos elementos clave
explicarían estas diferencias tan extendidas. En primer lugar, las diferencias
existentes entre los diversos grupos de vertebrados en las capacidades
sensoriales implicadas en la visión en color. En segundo lugar, las funciones y
usos a los que están asociados los caracteres de coloración de los animales,
tanto los que afectan al animal que exhibe estos rasgos, como los que afectan a
los animales que los perciben.
Respecto
a la discriminación de colores, los mamíferos, en comparación con las aves,
lagartos y muchos peces, tenemos un sistema de visión en color muy pobre.
Quizás los humanos y otros primates tengamos alguna ventaja (relativa) sobre
buena parte del resto de mamíferos, ya que nuestra percepción del color depende
de un sistema tricromático de visión, basado en tres tipos diferentes de
células sensibles al color, los conos. No obstante, la mayoría de mamíferos
presentan un sistema dicromático o, directamente, no tienen la capacidad de
discriminar colores. En cambio, otros vertebrados presentan un sistema visual
basado en cuatro tipos de conos diferentes y potencialmente tetracromático.
Este sistema les permite discriminar muchos más colores que nosotros, y
hacerlo, normalmente, incluyendo una parte del espectro luminoso que nosotros
somos incapaces de percibir, el espectro ultravioleta próximo (los rayos UVA).
Así pues, la diferencia es cuantitativa y también cualitativa.
Estas
diferencias en la sensibilidad al color no son casuales, en realidad se
encuentran estrechamente relacionadas con el pasado evolutivo de cada especie,
y con las características luminosas de los ambientes en los que viven
actualmente. Muchos mamíferos, por ejemplo, son nocturnos o crepusculares, o
provienen de ancestros que lo fueron. En ambientes como estos, en los que la
intensidad de la luz es muy baja, la discriminación de colores resulta poco
útil. Por el contrario, la evolución ha tendido a seleccionar alternativas a la
visión en color, como por ejemplo la visión escotópica, sensible a niveles de
iluminación muy bajos, pero ciega al color, o bien ha potenciado otros sistemas
sensoriales, como podría ser la quimiorrecepción. En cambio, las aves
son mayoritariamente diurnas, y la gran intensidad de luz que a menudo
encuentran en sus hábitats les permite explotar visualmente todo tipo de
recursos, incluso aquellos colores presentes en su propia superficie corporal,
que les sirven para identificarse y comunicarse.
Normalmente,
las aves emplean características de su patrón de coloración para atraer
parejas o repeler competidores. Asimismo, sus coloraciones pueden servirles
para discriminar correctamente el sexo de los individuos, su edad e,
incluso, para discriminar entre especies próximas, con las cuales un error
en la elección de la pareja podría suponer un grave problema desde el punto de
vista de la eficacia biológica. Por lo tanto, las aves tienden a
presentar patrones de coloración complejos y llamativos, con coloraciones
contrastadas entre ellas o con el ambiente e, incluso, con la
presencia de coloraciones iridiscentes, que ofrecen una apariencia
diferente según el ángulo de incidencia de la luz y el ángulo de visión.
Por
último, el hecho de que las aves (¡y los lagartos y muchos peces!) puedan percibir
los rayos UVA hace que nos tengamos que plantear si esta diversidad en
las coloraciones se hace extensiva, también, en esta parte del espectro. Y el
caso es que así es. De hecho, muchas coloraciones complejas y llamativas
reflejan o absorben los rayos UVA de manera destacada. Así, lo que para
nosotros puede parecer un único color sobre el plumaje de un ave, para éste
puede incluir más de un color claramente diferenciado. Además,
muchos estudios han demostrado que existen diferencias sexuales, de edad o
interespecíficas particularmente en el componente UVA de la luz reflejada por
las plumas. Diferencias que, hasta hace muy poco, habían pasado completamente
inadvertidas para el ojo humano.
Muchos pigmentos
Y
una última referencia a tener en cuenta. Mientras que las coloraciones de los
mamíferos están producidas casi exclusivamente por una familia de pigmentos,
las melaninas, en las plumas de las aves (así como las escamas de los peces y
lagartijas) encontramos unos mecanismos de producción del color muy complejos.
Plumas y escamas presentan otro tipo de pigmentos además de las melaninas, como
las pteridinas y los carotenoides, responsables de muchos rojos y amarillos.
Pero al mismo tiempo, producen también colores basados en la dispersión de la
luz que causan algunas nanoestructuras, dando lugar a las coloraciones
estructurales como los azules, los ultravioletas y las coloraciones
iridiscentes. Por lo tanto, las plumas de las aves serán mucho más versátiles a
la hora de producir colores que nuestra piel o pelaje.
En
resumen, las fuerzas selectivas que suelen actuar sobre el diseño de la
coloración de aves, peces y lagartos promueven patrones mucho más llamativos y
variables en estos grupos que en los mamíferos. Y, además, la diferencia es
todavía mucho mayor de lo que nuestro ojo nos permite detectar porque, para su
propio sistema sensorial, aun son más variadas y llamativas.
Fuente:
http://www.abc.es/
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