¿Se ha descubierto el
meteorito de Tunguska?
El 30 de junio de 1908, una poderosa explosión
rompió los cielos de Tunguska, una remota región de Siberia. La
explosión, de hasta quince megatones, mil veces más potente que la
bomba de Hiroshima, derribó cerca de 80 millones de árboles en un área de
2.000 km cuadrados y tumbó carruajes y personas a 500 km de distancia. Un
puñado de vecinos de las localidades cercanas fueron testigos del evento, que
provocó, según los registros históricos, una muerte -solo una, porque la zona estaba
prácticamente deshabitada-. Durante varias noches después, una extraña luz
iluminó el norte de Europa y Rusia.
Los científicos creen que el culpable de lo que se
conoce como el «evento Tunguska» fue un cometa o un
asteroide que impactó contra la atmósfera de la Tierra. Al hacer contacto,
la roca estalló en mil pedazos, lo que podría explicar el motivo por el que no
dejó un gran cráter en el suelo. Pero un suceso así habría provocado una ducha
de meteoritos. ¿Por qué nunca se ha encontrado ninguno? Andrei Zlobin, de la
Academia de Ciencia de Rusia, cree haber sido el primero en descubrir el
tesoro.
Zlobin ha encontrado tres rocas de
la región de Tunguska que parecen ser meteoritos. Según explica en Arxiv,
el archivo online para borradores científicos que administra la Universidad de
Cornell, en 1988 comenzó a buscar los fragmentos exactamente en el terreno
sobre el que estalló la roca espacial, donde abrió más de diez agujeros de
prospección sin ningún éxito. Sin darse por vencido, exploró el lecho del río
Khushmo. Allí recogió un centenar de piedras interesantes y se las llevó a su
laboratorio de Moscú.
No
son de este mundo
El científico no debía de estar muy ansioso por
saber qué es lo que había encontrado o algo se lo impidió -quizás los cambios
en la Unión Soviética ocurridos en esa época-, porque esperó veinte años para
examinar las rocas. En 2008, distinguió tres de ellas con las impresiones que
existen en la superficie de los meteoritos que han ardido al penetrar a gran
velocidad en la atmósfera. Zlobin analizó los anillos de los árboles de la zona
para conocer qué temperatura había provocado la explosión y llegó a la
conclusión de que esta no era lo suficientemente caliente como para fundir las
rocas sobre la superficie, así que Zlobin concluyó que los enigmáticos
fragmentos con marcas de calor tenían que pertenecer al objeto llegado del
espacio ese día.
El investigador cree que podría tratarse de un
cometa, aunque todavía no ha llevado a cabo análisis químicos de las rocas,
lo que aclararía muchas dudas. De momento, quedamos a la espera de que se
resuelva uno de los grandes misterios científicos del siglo pasado.
FUENTE: http://www.abc.es/
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